Siempre te han dicho que las instituciones financieras no comparten los datos de sus clientes con ninguna otra empresa o institución. Esto se contradice cuando de pronto recibes promoción de algún banco o institución al que uno nunca ha contactado. ¿Porque?
Desde luego, nadie puede probar que eso signifique que tu banco vende los datos de sus clientes a otros bancos. Sin embargo, lo que sí parece más evidente de demostrar es como la privacidad no existe, sobre todo si se trata de Internet.
Por ejemplo, entra a Amazon y busca algún libro en particular o widget. Navega en las diferentes opciones que la página te muestra, los libros relacionados, accesorios, etc. No tienes que estar media hora en ello, pues un par de minutos bastan para que después, cuando entres a tu cuenta de Facebook, por ejemplo, encuentres anuncios en donde se muestran precisamente los libros que acabas de consultar en el primer sitio, o ese widget que tanto te gustó. ¿Coincidencia? Por supuesto que no.
Esto se debe a que en Internet mucha información de los usuarios no es personal. Las consultas que uno hace (que están ligadas por nuestras cuentas en las diferentes empresas o incluso, por nuestra dirección IP) hacen posible que las compañías en la red compartan estas búsquedas para ponerlas en anuncios en los diferentes portales, obviamente, con un cobro de por medio.
Y aunque esto parece invasión de la privacidad, para estas empresas no lo es, ni siquiera les interesa quién eres, ni qué haces. Lo que les interesa es el comercio, la oportunidad, venderte lo que quieres comprar y qué mejor que una red de comunicación sobre lo que cada usuario hace en Facebook, para que entonces se puedan enviar anuncios a esas cuentas en los portales a los que accedemos comúnmente.
¿Y por qué nadie dice nada? La razón es simple: porque la gran mayoría de los servicios que prestan los portales (supuestamente gratuitos), argumentan que primero, no violan la privacidad de nadie y segundo, los usuarios han aceptado y autorizado las condiciones para acceder a dichos portales.
Un ejemplo: Google tiene un servicio de correo llamado Gmail, que es muy popular y obligatorio si requieres usar un dispositivo móvil con sistema operativo Android. La empresa, para promoverlo en un inicio, hizo difícil la entrada al mismo. Tenía uno que recibir una invitación de alguien para así inscribirse en este sistema de correo gratuito. Y ese requisito hizo que mucha gente buscara desesperadamente a alguien que le mandara una invitación para acceder al mismo. Así, Gmail tuvo un éxito rotundo, ahora ya no es así, ya no lo necesita.
Lo que Google dijo en ese entonces es que la empresa se daba la libertad de “leer” los correos, a través de robots automatizados, para buscar palabras claves. Por ejemplo, si yo le escribía a un amigo un correo hablando de computadoras, Google con sus robots se darían cuenta de esta palabra clave y me enviarían propaganda de computadoras y accesorios similares a mi correo porque al final de cuentas, mi cuenta es gratuita, me dan gigas de almacenamiento y además, no hay un ser humano que invada mis mensajes privados… son máquinas que buscan simplemente venderme cosas.
Este modelo de negocios se basa en algo fundamental: el producto, eres tú.
Hoy sabemos que no hay nada gratis en el mundo y desde luego, las compañías podrán decir que no es así, aunque se demuestre cotidianamente con hechos de que nosotros somos el producto y el “target”, éste modelo es súper conocido.
La televisión abierta es “gratuita”, aunque tengamos que aguantar una pasarela de anuncios por programa. YouTube en Internet es “gratis”, aunque tengamos que aguantar varios “banners” y anuncios que interrumpen el video cada cierto tiempo.
Esas son las reglas del juego y estas mismas empresas dan opciones: ¿No quieres anuncios? Paga por nuestros servicios Premium.
Ellos siempre parecen estar ganando, aunque su servicio sea “gratis”.
También se dan los hackeos o robos por parte de empleados a grandes empresas u organizaciones, violan sistemas de seguridad y roban la información de sus bases de datos con sus clientes o usuarios. Después se venden al mejor postor, y éste la usará para los mismos fines de publicidad, y otras veces para realizar fraudes, pero ésa es otra historia.