Todas las empresas tienen que asegurarse de que cuentan con los fondos necesarios para cubrir tanto posibles pérdidas de valor del activo como para hacer frente a potenciales obligaciones que aún no se han materializado.
Estos fondos son conocidos comúnmente como provisiones. En el caso de las financieras, la estructura intrínseca del negocio convierte a las provisiones por insolvencia en un elemento clave, ya que pueden generar una merma significativa del resultado.
La actividad principal de los bancos y entidades no bancarias, es la intermediación financiera. Las entidades financieras utilizan los recursos procedentes de clientes (pasivo) para dar financiación (activo) a estos u otros clientes. Pero la financiera no tiene la garantía de que todos los préstamos que concede le sean devueltos. Existe un riesgo de que aquellos a los que se les otorga financiación incumplan con sus obligaciones o se retrasen en el pago de las mismas. Es lo que se conoce como riesgo de crédito.
Hay que tener en cuenta que en algunos sectores, como la banca, la legislación proporciona una normativa de provisiones mínimas y, por tanto cuando se concede un crédito hay que provisionar parte de él por si el crédito entra en mora; es decir, las entidades financieras realizan dos tipos de dotaciones en su cuenta de resultados para cubrirse del llamado riesgo de crédito: las genéricas, que se realizan en el momento de la concesión del préstamo; y las específicas, que cubren los créditos impagados.
En definitiva, la concesión de un crédito obliga a la financiera que lo ha concedido a constituir un fondo en balance para cubrir su potencial baja en el activo, en el caso de que finalmente se clasifique como fallido (es decir, que se considere remota su recuperación). Una vez creado, este fondo o provisión por insolvencias aparecerá en el activo del balance dentro de la cuenta «Préstamos y anticipos de la clientela», aunque con signo negativo. Ello nos permitirá saber el importe de la cartera de préstamos bruta y neta (antes y después de deducir la provisión por insolvencias). En el caso de que finalmente el crédito se pague, el fondo desaparecerá del balance.
Además de las provisiones por insolvencias, los bancos, al igual que las empresas no bancarias, han de mantener fondos para cubrir posibles obligaciones futuras (como por ejemplo pensiones, prejubilaciones o litigios). Estos recursos se contabilizan en el balance de la financiera en la cuenta de pasivo llamada “Provisiones”.
Los cargos que se producen tanto en el momento de la concesión de un crédito (dotaciones genéricas) como por los créditos dudosos que se han producido en un período determinado de tiempo se contabilizan en el epígrafe “Pérdidas por deterioro de activos financieros” y aparecen en la cuenta de pérdidas y ganancias con signo negativo, una vez calculado el margen neto o resultado de explotación.
Las provisiones por obligaciones futuras se contabilizan inmediatamente después, también con signo negativo, bajo el rótulo “Dotaciones a provisiones”. Por tanto, ambas cuentas pueden reducir significativamente el resultado atribuido de una entidad financiera.
Uno de los principales componentes de los estados financieros de una empresa es su balance. A priori el de una financiera es como el de cualquier compañía; está formado por el activo, el pasivo y el patrimonio neto.
Sin embargo, su actividad principal, la intermediación financiera, lleva a que el balance de una financiera tenga características propias, que lo diferencian claramente del de una empresa no financiera.